La gente -así, en general, todos, muchos, algunos, pocos, no sé, da igual. LA GENTE- apura hasta la última milésima de segundo del día 31 de diciembre de cada año para hacer balance. Como si el 1 de enero ya no se pudiese, o el 2 o el 5 o el 19. Ay, la gente. El caso es que yo -que también soy gente o gentuza, según los ojos que me miren-, paso de fechas señaladas -me da bastante igual hasta mi cumpleaños-, y he elegido un martes simplón para analizar mi 2015 y planear mi 2016.
Si no te gusta lo que escribo, te facilito la vida con este vídeo. Si consideras que de vez en cuando junto letras de manera más o menos guay, puedes o quedarte a ver mi año en menos de 5 minutos y después leer si realmente digo algo coherente en las siguientes 400 palabras o saltártelo y pasar a esto último directamente. Lo que sí prometo es desnudarme, aunque ‘sólo sea’ el corazón.
2015, el año del ciervo. Al estilo del horóscopo de mis ‘compatriotas’ -“Chinito tú, chinita yo”-, pero inventado. Todo empezó en plan cachondeo: Saioa, la que lía a todo el mundo para beber Jägermeister. En la etiqueta de este licor de hierbas del infierno, un señor ciervo. Ale, ya está. Saioa, la cierva. La tontería se agravó al terminar 2014, cuando mi amiga Alba y yo decidimos disfrazarnos de Sandía y Ciervo para correr la San Silvestre. Los que me leéis habitualmente ya sabéis cómo terminó la gracia y los que no podéis descubrirla aquí, aquí, aquí y aquí -sí, he dado mucho la vara con este tema-. En resumen, catacrash, el ligamento externo del tobillo izquierdo roto, 9 meses de parón y muchos médicos ahorcados en mi cabeza.
Y lo pasé mal. Porque no fue una simple lesión que se complica. Eso es pasajero, y fastidia más o menos, pero termina pasando. Tampoco fue una rabieta por no poder correr en mucho tiempo. Al final, correr es correr, no es para tanto. El tema es que justo unos meses antes me lesioné del corazón. Vamos, que terminé una relación muy importante en mi vida, que me dejó tocada, aunque no hundida -eso nunca-. Correr me ayudaba a canalizar lo que sentía mientras se me vaciaba el corazón y, de pronto, me quedé sin terapia en zapatillas.
El caso es que todo esto no es que doliese un poco, es que dolió un montón. Y yo, que tiendo a mirar el lado bueno de las cosas, a sonreír todos los días de mi vida -sin saltarme ni uno, eh- y llevé el asunto bastante bien de cara a la galería, también sufrí, por supuesto que lo hice. Lloré, eché de menos, me frustré, me enfadé, me culpé, lo mandé todo a la mierda y tiré por momentos la toalla. Sé que hubo quien se atrevió a pensar que ante aquello fui fría y no sentí nada, simplemente porque quise guardar mi ‘duelo’ para mí. Pero no, señores criticones, en realidad fue como si de golpe, sin previo aviso, me pusiesen al borde de un precipicio y me empujasen. “Hala, maja, ¿creías que tenías toda tu vida enderezada? Pues ahora vas y empiezas todo de nuevo”, me escribió la vida. Yo lo acepté de la mejor manera que supe. Y, por suerte, conté con un buen paracaídas, el que con su cariño y, sobre todo, su respeto construyeron para mí mi familia, mis ‘animalicos’, mis amigos de aquí y de allá, mis compañeros de trabajo, los runners con el #yocorroporlacierva, (des)conocidos virtuales… GRACIAS -así, en mayúsculas, negrita y subrayado-.
Por todo esto ha sido el año del ciervo y lo llevo tatuado, porque para mí representa la fuerza con la que me he enfrentado a este 2015, que en muchos momentos fue gris, pero nunca dejé que fuese negro. Además, sucedieron cosas que lo pintaron de colores: recibí una pequeña gran noticia que en abril se llamará Unai, descubrí que me súper encanta el yoga, superé la lesión del tobillo -con la otra estamos trabajando en ello- y me quité la espinita corriendo la San Silvestre 2015, borré de mi vida a gente que no me aportaba nada de nada y sumé a personas IN-CRE-ÍBLES, volví a independizarme, abrí un canal de Youtube súper divertido junto a una sandía y continué trabajando en la profesión que me apasiona.
¿Y ahora qué? Pues tengo dos planazos para este año: ser la mejor tía del mundo y correr una media maratón -ya que el año pasado me quedé con las ganas-. Para lo primero, voy a empezar por hablar de manera más correcta, al menos de un modo que sea más apropiado para un niño. Para lo segundo necesito ayuda, ¿Pamplona, Madrid o Valencia? ¿Dónde me estreno? Por lo demás, por supuesto, seguiré con las buenas costumbres: vida sana, deporte, libros, viajes y gente bonita.
Pues esto es todo. Aunque siento que aún sigo cayendo, ya no doy tantos bandazos, la ruta se ha estabilizado un poco, aunque a rachas haya turbulencias, y el viaje hasta que consiga aterrizar está siendo divertido. Os seguiré contando los progresos, que eso de publicar mi p*** vida -ups, digo… mi preciosa vida- como si a alguien le interesase no cambia por mucho que cambie yo.